miércoles, 20 de marzo de 2019

“Los Hornitos” de El Alto, del barro a la fama, de la fama al olvido

Son 12 establecimientos en donde se comercializa comida al horno. Su popularidad se generó debido a la novedad gastronómica 



Uno de los negocios en "Los Hornitos".
Foto: Reyna Maribel Suñagua Copa (Quya).

Reyna Maribel Suñagua Copa (Quya)
Estudiante de Comunicación Social- UMSA
20 de marzo de 2019

Son las 5 a.m. en la zona San Luis de El Alto. El frío amanecer cerca de la carretera a Viacha se entibia por el humo de la leña quemada que sale de más de una decena de hornos de barro, en donde se asarán carnes, papas, postres, ocas y camotes. Por eso, hombres con las botas en los pies y la pala en la mano realizan la mezcla del barro que sellará la puerta del fogón por una hora con los productos dentro. La cholita mide la temperatura acercando un poco la mano a las llamas y ¡listo!: 6 latas llenas de carne y tubérculos ingresan. El viento azota la mañana y los transeuntes se tapan el rostro; el humo baila en medio de los "maestros" del horno y se abraza de ellos, tiñendo su ropa de cenizas y negro.  

"Los Hornitos”, lugar denominado así debido a la considerable cantidad de negocios de comida asada en hornos ahí situados, se encuentra en la zona San Luis, entre la Carretera a Viacha y la avenida Litoral de la urbe alteña. Se creó hace aproximadamente 17 años por tres personas: doña Cecilia Choque, doña Lucía y don Hugo. En primer lugar se encontraban 2 puestos de pollo y lechón al horno. En la actualidad hay alrededor de 12 establecimientos que ofrecen desde cordero hasta llama al horno.

Fue una mañana de domingo en el 2006. Tenía 12 años y mi hermana 15. Ambas trabajábamos como chalequeras (personas que cobraban por realizar llamadas por minuto a otros móviles  se caracterizaban por llevar un chaleco verde fosforescente) en la zona San Luis. Tenía 5 bolivianitos que me había regalado mi madrina y sin pensarlo mucho, decidimos ir a uno de los hornitos, en donde el pollo al horno estaba a ese precio. Nos fuimos al puesto de doña Cecilia, quien te yapaba con chuletita de cerdo y que junto a don Félix, su esposo, eran los más conocidos del lugar.

Han pasado 12 años y me encuentro con doña Cecilia nuevamente. Ella ya no es parte de “Los Hornitos”, pero tiene su propio negocio de comida al horno casi frente a la feria de San Luis, en la avenida Litoral. Compartiendo recuerdos y un juguito de manzana hervido, me cuenta cómo es que se generó este espacio tan famoso en la ciudad de El Alto: “Mi paisano, Julián, me dijo que iba a abrir un horno al lado de mi tienda de abarrotes y le dije que me lo guarde un plato. Cuando espero una hora, no me lo trae. Sigo esperando y veo que ya lo habían acabado. Esa época era novedad ese plato. De doña Lucy era su “lechonería”. Después mi abarrote en horno le he convertido y de un año hartos han venido (a realizar el mismo negocio) y la cuadra estaba llena de hornos. Teníamos que trabajar todo el día: en el día vendíamos y en la noche preparábamos”.


Doña Cecilia Choque junto a su horno, en su negocio,
frente a la feria de San Luis. Foto: Reyna Suñagua (Quya)


"En sábado y domingo horneábamos al día 7 veces y entre semana 3 veces. Cada lata tenía 30 presas para cada plato”, aseguró doña Cecilia. Es decir, que cada fin de semana vendían alrededor de 400 platos. En la actualidad solamente  “se hornea 3 o 4 veces en fines de semana”, dijo Mónica, una de las ayudantes de otro establecimiento en "Los Hornitos".

Septiembre de 2006: músicos tocando folclore por algunas monedas, chicha y cumbia boliviana a todo volumen, comerciantes ambulantes, familias enteras ocupando dos mesas, recién casados, extranjeros, autos parqueados en la jardinera, cholitas y jóvenes atrayendo clientes, los perros amontonándose entre las mesas y las sillas por un poco de comida y filas de personas con fichas en mano eran las particularidades que se observaba en el escenario habitual de los domingos y sábados en “Los Hornitos”. Actualmente, si bien sigue habiendo gente que consume estos platos, la concurrencia ha disminuido.

"Ya no es como antes, la gente ya se ha aburrido de este plato”, aseguró doña Alicia, una de las personas más antiguas en este negocio. “Creo que hay en Ventilla chicharrones, por eso la gente va allá, pero una vez que inicien la avenida de doble vía, quizá ya no haya estos hornitos”, mencionó Sandra, una de las ayudantes de uno de los hornitos. “Antes hacían filas para comer, ahora ya no, porque cada uno tiene sus gustos para comer, incluso ya han abierto ‘pollos broster’ y la gente va más ahí” dijo don Teófilo, dueño de uno de los establecimientos. “Hay más competencia, en Ventilla, por ejemplo, han abierto otros hornitos y restaurantes de todo tipo”, manifestó Luz, vendedora ambulante y “casera fiel” de este lugar. "Antes hacían filas por un plato", dijo doña Cecilia con nostalgia. 


Lechón al horno, uno de los platos tradicionales
de "Los Hornitos"- Foto: Internet.


Doña Cecilia y doña Lucía, fundadoras de este lugar, ya no son parte de “Los Hornitos”. Ambas mencionaron que los alquileres en las tiendas donde se encuentran los hornos actualmente son bastante elevados. Doña Lucía mencionó que se cobra en dólares: “anda preguntale a los dueños cuánto cobran, es en dólares”. Algo similar manifestó doña Cecilia: “cuando yo estaba hace 7 años nos cobraban 1800 dólares, pero era cuando se vendía más. Ahora ya no sé”.

Una nota en ATB acerca de este sitio explicó que los productos que son parte de este plato son de la provincia José Manuel Pando, de donde pertenecen los dueños de estos negocios. Papas, postre, camote y oca (todo al horno), ensalada de lechuga en abundancia y una presa de cordero, llama, pollo o cerdo son los que componen este plato, pero la llajwa y algunos aderezos tampoco faltan, como también una sopita sencilla para acompañar.


Los precios son variados y dependiendo del tipo de carne. El pollo al horno está a Bs 20, mientras que el lechón, llama y cordero al horno se encuentran al rededor de Bs 25 y Bs 30. Hay para llevar y consumir en el mismo lugar con yapita más ¡Pase casero!

Marzo de 2019: aún se ve a la señora que ambulaba vendiendo cereales en “Los Hornitos” a 3 bolivianos cuando era niña. Sigue habiendo madera y leña amontonada al lado de las mesas donde se sirven los platos. Todavía se puede sentir el abrazo del calor cuando se atiza en el horno. Siguen ahí los techos de calamina oxidadas por el tiempo. Se puede saborear en el aire el juguito del pollo recién asado. Doña Alicia no ha cambiado, sigue mirando con el rostro apagado la inmensa avenida en donde ha pasado la mitad de su vida. Siguen siendo las cholitas las más solicitadas para ayudantes o meseras y sigue siendo “Los Hornitos” el lugar de familias, recién casados, músicos y perros, solo que "ya no como antes".

Si quieres escuchar la entrevista, puedes hacerlo aquí: RUTINAS DE CAMALEÓN- "LOS HORNITOS"




miércoles, 6 de marzo de 2019

La Cueva de Cuentacuentos, donde habita la palabra de aquellos que narran historias


En este espacio no sólo se transmiten las historias, sino que este lugar es la historia misma del encuentro cultural de narradores bolivianos y extranjeros

La Cueva de Cuentacuentos. 
Foto: Reyna Suñagua (Quya)
Reyna Maribel Suñagua Copa (Quya)
Estudiante de Comunicación- UMSA
La Paz, 6 de marzo de 2019
 
La Cueva de Cuentacuentos tiene más de 8 años siendo el refugio de historias de cuentacuentos bolivianos y extranjeros. Martín Céspedes (Tincho), narrador oral, coordinador y uno de los fundadores de este espacio, se encarga, junto con 5 narradores más, de llevar adelante este proyecto, que en un inicio se creó por la necesidad de “contar con un espacio propio”.

“La Cueva de Cuentacuentos, esta habitación, es un espacio relativamente pequeño, no tiene más de 28 a 30 metros cuadrados. Es la única habitación que sobrevive de mi casa antigua. Data del siglo XX y pertenecía a mi abuela ya fallecida, que dicen que se suele aparecer. Pero es un espacio que no queremos hacerla desaparecer. Porque queremos que siga manteniendo ese espacio íntimo, donde contar cuentos sea de tú a tú”, expresó Tincho.

Un cuarto de adobe, de los que hay pocos, tiene en sus paredes una cantidad incontable de posters de eventos de cuentacuentos y teatro de distintos países y también de Bolivia. Del techo cuelgan “atrapa sueños” coloridos, se ve un charango diminuto, diversas artesanías, máscaras y algunas botellas de vino por esta habitación que, según Martín, era donde vivía su abuela Berna, quien falleció hace mucho, pero que él inmortalizó en uno de los cuentos que ha cargado en su “q’ipi” recorriendo gran parte de Bolivia y Latinoamérica.

“… Así son los cuentos:
sólo se transforman en el aire,
sólo palpitan en el aliento
de ese prestigiador que es
el Cuentacuentos”
                               Jorge Díaz

Martín Céspedes, Coordinador de La Cueva de Cuentacuentos
 Foto: Reyna Suñagua ((Quya)

¿Cómo se vive el encuentro cultural de la narración oral en La Paz, Bolivia? 

La Cueva de Cuentacuentos no sólo es el espacio que abre sus puertas a narradores eventualmente. También es el lugar en donde cada año se reúnen cuentacuentos bolivianos y extranjeros en el Festival “Apthapi de Cuentacuentos” que se ha realizado desde hace 14 años y que  es una iniciativa  de Martín Céspedes: “El Festival busca ir más allá del espectáculo y tenemos narradores de Bolivia, Latinoamérica y Europa y siempre llega con la inquietud de conocer nuestro país. Somos uno de los pocos festivales que llega a más macrodistritos de La Paz, incluso a Hampaturi, en donde se hace cuento, un apthapi de comida, baile y música. Es un encuentro muy íntimo con los narradores y la comunidad”.

Sólo el año pasado, la Cueva de Cuentacuentos ha realizado 39 funciones, entre narración oral, teatro, etc. Dieciocho funciones han sido de narradores extranjeros y se ha desarrollado un taller por mes; es decir: 12 talleres en el 2018. Además, se realizaron jornadas de trueque y juegos de mesa, que son algunos de los tantos eventos que este espacio alberga.  El "Aru Thaki", taller de narración oral, también se desenvuelve en este espacio y busca generar nuevos cuentacuentos en La Paz y Bolivia. Además, éste ha sido espacio también de funciones de cuentos interpretados en lengua de señas, una importante iniciativa. 

“La narración oral me permite,
a partir de los cuentos, 
decir lo que pienso de 
forma muy personal (…) y crea 
este maravilloso arte de escuchar”
                                                                                  Martín Céspedes

“En Bolivia la narración oral no tiene más de 25 años y se ha posicionado bastante bien, ya que  ha generado un alto impacto en la gente debido a la invasión tecnológica, el farandulismo y el show mediático que nos rodea y por eso crea una necesidad en la gente. Ya que cuando estás escuchando a un tipo o una tipa en el escenario con una ropa 'cuasinormal', sin ninguna parafernalia más por detrás (contando cuentos) se crea una búrbuja mágica y de repente escuchas la voz de tu abuelo, abuela, de tu maestra o de alguien muy especial que te contaba cuentos y eso es mágico”, agregó por ultimo Martín.


La Cueva de Cuentacuentos se encuentra ubicada en la zona de Miraflores, en la esquina entre calle Levi y la Av. Illimani (a la vuelta del SEDUCA). Los encuentras en Facebook como “La Cueva de Cuentacuentos” en donde publican todos sus eventos y funciones. Y si deseas asistir a uno, no te olvides pedir una “Marrapizza” (pizza en marraqueta) y un “Lingani” (linaza con singani), que son especialidades de este espacio cultural. 


Veáse también: Facebook: La Cueva de Cuentacuentos


Si deseas ver la entrevista, ingresa a este link o vela directamente  aquí (si lo ves por celular, usa unos audífonos, debido a unos problemas en el audio):

 YOUTUBE:Rutinas de Camaleón- Entrevista a Martín Céspedes