Álvaro, el niño que gritó ¡jallalla las mujeres de pollera! |
16 de diciembre de 2019
Rutinas de Camaleón
Álvaro fue a comer con su papá un caldo de res por
la zona de Ballivián, aunque no le gustara, ya no había más que comer por ahí y
tenía mucha hambre. El padre empezó a grabarle, porque el niño tuvo miedo al
percibir que, mientras comían, se acercaba una marcha. ¡Cómo te vas a asustar!
¡Te voy a filmar!, le decía su padre, tomando su celular y enfocándolo a él.
Sorprendido quedó al notar que al pasar la marcha en defensa de la wiphala, muy
cerca de ellos, el niño empezaba a repetir las consignas de los y las
marchistas con total calma, mientras tenía comida aún en la boca: “la
wiphala se respeta, carajo…”. El padre seguía grabando y después de una pausa,
su hijo levantó su pequeño puño y en un esfuerzo por ser escuchado, gritó “¡jallalla
las mujeres de pollera!”… “Jallalla”, le respondieron los marchistas conmovidos,
tanto, que lo aplaudieron y uno de ellos salió del grupo de personas y lo abrazó con un “¡bravo,
bravo!”.
Antonia es la madre de Álvaro, nos
encontramos por la feria 16 de Julio, caminando en búsqueda de un lugar donde
conversar, nos acompaña su hija también. En el trayecto, me cuenta que Álvaro
está en Tarija, viajó en cuanto terminaron las clases. Un refresco acompaña la
charla en un pequeño café, mientras
doña Antonia me sigue contando cómo es que se difundió aquel famoso video en el
que Álvaro aparecía gritando el “jallalla”.
“Ese video yo le he pasado a mi hermana y mi hermana
le ha pasado a su hija, y ella lo ha subido a Facebook. Yo jamás me he
imaginado que iba a ser así de viral, nada… Muchas personas han comentado el
video, felicitándole y él les agradece a todos”, comenta Antonia,
esperando a que Álvaro conteste la video llamada que le está haciendo.
Juan
Álvaro, así se llama el niño alteño. Quería ponerle Evo, pero no me gustaba. Así que le puse el otro nombre del presidente: Juan. “Álvaro” es por el
vicepresidente, por eso se llama Juan Álvaro, me aclara su mamá. Tiene 12 años
y es un estudiante ejemplar en su curso, según me cuenta.
“Álvaro,
la señorita quiere hablar contigo”, le dice su madre emocionada cuando contesta. Se ve tan cómodo sentado en su cama, tiene los cachetes rojos por el
calor que hay en Tarija, pero se nota con mucha energía y muy dispuesto a conversar.
—Hola, Álvaro, estoy muy feliz de
conocerte, te has vuelto muy popular en las redes debido a tu participación en
una marcha de El Alto. Para empezar, ¿quisieras contarme un poco de ti? Lo que
desees.
— Me llamo Álvaro, me gusta comer, mi platillo
favorito es el pique. Me gusta pasarla bien con mi familia y mis amigos, me
llevo bien con mis amigos y vamos a jugar muchas veces fútbol, todo lo normal…
—Álvaro también sé que te gusta la
robótica, cuéntanos sobre eso.
—Me gusta porque es interesante. Mi padre
es electricista y la electricidad también es como robótica. Quisiera ser
electricista para saber más sobre robótica.
“La robótica le gusta,
me hace comprar unos motorcitos en los rieles de la feria. Me hace comprar unos de juguetes, con eso arma y trata de crear algo. Siempre ha hecho
eso, no sé, le gusta eso. Desarma los autitos y le gusta armar”, me acordé que
me contaba doña Antonia al servir el refresco, antes de llamar a Álvaro.
—Súper, Álvaro, a ver… quisiera saber ¿cómo
es que llegaste hasta ahí, a presenciar la marcha de las Wiphalas ese día?
—Yo estaba yendo a la 16 de Julio con mi
papá y en ese momento venía la marcha. Creo que yo quería ir luego con ellos,
sentí impotencia. Vi en la Tv que habían quemado la wiphala y no me gustó,
porque la wiphala es como si fuéramos nosotros, es un insulto para mí que lo
hayan quemado.
—Llegaste allá y viste pasar la marcha… ¿cómo
es que nació esa motivación por gritar “¡jallalla las mujeres de pollera!”?
—Es que me da una rabia ver cómo esas
personas quemaron la wiphala que nos representaba y por eso estaba así,
gritando con ellos, y también me he recordado de mi abuelita, era de pollera y por
eso he gritado eso.
—¿Cómo te sentiste al ver la reacción de la
gente después de que emitiste ese grito?
— La gente se puso alegre de eso y me dieron
un abrazo, me sentí bien. Yo no pensaba que la gente iba a gritar conmigo, pero
han gritado.
—¿Cómo te sientes al saber que hay mucha
gente que te conoce debido a eso y que incluso te felicita y te agradece?
— Siento que tengo más amigos y que me
pueden ayudar alguna vez y que son muy valiosos para mí. Mi prima lo subió al
Facebook y luego me dijeron que tenía hartas visitas y luego veía los
comentarios y muchos estaban felicitándome…
— ¿Qué te escribía la gente más o menos? ¿con
qué mensaje te has quedado?
—Y si lo fueras ¿qué cambiarías del país?
—Cambiaría la discriminación a los
indígenas y a las mujeres de pollera.
—Tu mamá también es de pollera, ¿qué
significa para ti eso?
—Significa que es más valiosa que todos los
diamantes, ella me cuida desde pequeño.
Antonia
interrumpe las palabras de su hijo con un “papitoooo”, palabras que sin duda le
han llegado al corazón.
Antonia, la madre de Álvaro. |
—¿Qué opinas sobre las marchas que se
realizaron en El Alto?
—Opino que las personas son como
hormiguitas, y que cuando algo malo se les presenta, todas irán a solucionarlo.
Una sola no puede, sino todos tienen que ir.
—Álvaro, si tuvieras que identificarte con
un personaje boliviano, ¿con cuál sería?
—Con Túpac Katari, porque él defendía a su pueblo.
—Para finalizar, Álvaro, ¿qué mensaje le
dices a todas esas personas que te felicitan por tu valor?
—Les diría que gracias por los buenos
comentarios, les agradezco mucho. Y que cuando sepa, voy a ir a las marchas,
para seguir gritando y defender a las mujeres de pollera.
Me despido
agradecida de Álvaro y Antonia empieza a despedirse de él, mientras cuelga el teléfono,
algunas gotas de lágrimas caen de sus ojos, “lo extraño”, dice con la voz
quebrada, “es mi fuerza de vivir”, limpia las lágrimas con sus dedos.
Antonia me
muestra fotos de Álvaro mientras partía a Tarija, cuando fueron a un nevado,
cuando fue a visitar a sus familiares, mientras paseaban por el lago Titicaca… “siempre
saca un pulgar arriba en sus fotos”, le digo mientras observo. “¡Ay, no me
había dado cuenta, debe ser porque su papá igual es!”, me dice Antonia.
Álvaro es un niño que conversa con las caseras para que les rebaje el precio, es de los niños que no vuelve a casa hasta encontrar en alguna tienda lo que su mamá le pidió, es de aquellos que puede crear un poema de forma muy rápida y recitarlos con facilidad, hace, como lo dijo él, "todo lo normal".
Ya es hora de
despedirse, tomo un minibús y mientras el maestrito empieza a vocear, yo me
pongo a ver en Facebook al niño que con su grito conmovió a varios alteños y alteñas en un
día en el que más se necesitaban de nuevas voces y nuevo aliento. “¡Jallalla
las mujeres de pollera!”, es una frase que puede ser emitida por una persona como Álvaro, pero El Alto nos
ha enseñado que es un grito al que todos deberíamos responder con otro “¡jallalla!”. Así se construyen las nuevas voces, apoyadas unas en otras.