viernes, 12 de julio de 2019

"La Equis", un diálogo con lo materno


Dentro de un cubículo lóbrego, con una cubierta cálida con olor a tierra, se encuentra un hombre que reposa encima del techo de un horno, en donde la calidez de las llamas ya desvanecidas refluyen en él la sensación de estar en un útero, en donde renacen sus fantasías, sus tristezas y donde puede gestarse a sí mismo.

"La Equis" de Luis Raimundo Flores, escritor alteño. 

"Quya" Reyna Maribel Suñagua Copa
Estudiante de Comunicación Social, UMSA
Viernes, 12 de julio de 2019

Es inevitable no comentar sobre este libro, más si se vive en El Alto, en donde se desarrolla la novela y en donde hay un sentido de identidad con el contexto que describe "La Equis", de Luis Raimundo Quispe Flores. El Alto, sin duda alguna, se muestra en estas páginas como una alegoría al proceso de construcción y de crecimiento que el autor acaece en el texto, pero también, pienso yo, ese proceso de encararse recurrentemente con la “incógnita”, ésta que procede de la ausencia maternal.

El hilo narrativo de la novela gira alrededor del abandono de la madre a su esposo y a sus 5 hijos, entre ellos, el autor. Ahora bien, voy a centrarme en Quispe Flores, en la búsqueda de eso misterioso, lo materno: “¿Qué significa esa palabra? ¿Cómo entenderla desde el vacío? ¿Cómo se la olvida o supera?”, manifiesta en el texto, y es aquí donde entra la palabra “corazón de mujer”.

En el escrito, el autor expresa que su hermano Alfredo era quien más cuidaba de él y de sus demás hermanos.  A partir de este lazo que se crea entre Alfredo y los hermanos menores, es que ellos deciden llamarle "mamá". En un lugar en donde la mujer es sinónimo de maternidad, el término “mamá” designado a un hombre denota que lo materno carece de un rostro cuando se encuentra en el umbral del vacío afectivo, pero tiene una carga de género que constituye lo "femenino". Lo maternal se ha querido interpretar en los personajes en distintas formas, debido a la ausencia de un rostro en concreto que lo represente. 

Es interesante cómo Quispe Flores reconstituye lo materno dentro de simples momentos en los cuales la dulzura tenía para él un significado de maternidad. Incluso se puede notar que cuando la Sonia (la gata) tuvo sus crías, se manifiesta en el autor una forma de reflejar aquello ausente en un ser externo. Sonia es el inicio de la novela, en donde Quispe Flores confronta por primera vez en el escrito a “La X” y cuestiona el olvido voluntario de Ella con la familia.

La tía Filomena que llegó con comida y sació su hambre, la dentista que lo trató con calidez, la hermana que no conocieron (la que hubiera sido la segunda madre) y María, el pequeño adorno de yeso que él y los hermanos observaban en el nacimiento son algunos esbozos de la configuración de lo maternal a partir de los ojos del autor.

Luis Quispe Raimundo Flores, autor de la novela "La Equis".

¿Y si se le hubiera puesto nombre desde un principio a lo que tanto dolor causó? Quizás es por esto que “La X” cobra tanto valor en la novela, desde el acto ceremonial en el que se rayonea con una X el rostro de la madre en una fotografía, hasta darle un rostro en los personajes descritos en las letras del autor. Y es así que “La X” intenta dialogar con Quispe Flores en sus recuerdos, a partir de lo que se percibía de ella y/o a partir de lo que él hubiera querido que fuese.   

Y el llanto, esa exteriorización emocional, que se manifiesta en varios de los personajes, pienso que no es más que el proceso de duelo que conlleva a los hermanos y al padre a manifestar la pérdida de lo materno dentro de la configuración que, convencionalmente, está asignado a la familia y que no se sabe cómo sustituir.

Pero en cuanto a esto, no solamente fue la ausencia, sino también una forma de afrontar el destino austero, como se vio con el padre, quien perdió a su madre y vio partir a sus hijos o el autor, denominado “jach’awalla” por ser quien más lloraba, pero que encontró en el llanto una forma más de refugiarse ante los problemas. Y así como lo materno, el llanto puede manifestarse de distintas formas, pero  cuando se trata de un rostro “no tiene género”.

Y entonces ¿qué es lo materno?, quizás eso que construimos dentro de nuestro imaginario y reproducimos en nuestra mente, para reflejarlo en lo más parecido a ello, un anhelo, una idealización..., y lo materno sigue configurándose a partir de todo lo que implica nuestra construcción como personas; y es ahí donde el rostro de Alfredo se configura bajo un ideal de madre. 

Un segundo abandono: el abandono de la prometida del autor, aquella mujer que le prestó el rostro también a "La X" mediante su dulzura y su comida. La mujer que construyó una relación en base a mentiras fue, sin duda, importante dentro de la trama, para entender la frustración que se tiene cuando ya se ha vivido una experiencia similar por segunda vez desde el sentir de un hijo y su padre. 

Pero en este diálogo algunas preguntas salen a luz ¿por qué  "La X" rechazó ese rol materno? ¿Cuál es su versión? Y es ahí donde Quispe Flores se enfrenta a su realidad y quiere resolver por sí mismo una ecuación con una incógnita que parecía no tener solución, que parecía no tener rostro. 

"... y, aunque soy yo el que mira y hace las preguntas, no te has ido del todo, sigues acá, en este lugar vacío que trato de entender".