miércoles, 29 de mayo de 2019

El Mamani de la Celia: el rostro anónimo de la delincuencia

Mamani se encuentra con la ropa ya desgastada, dicen que tenía un letrero que ha sido arrebatado por el viento, las gotas de lluvia se han llevado el color de sus prendas y se lo han regalado al tiempo; tiempo que, sin embargo, no le ha quitado firmeza en su cuerpo. 
 Un muñeco de trapo colgado de un poste
en la zona Asunción San Pedro, El Alto. Foto: Quya Reyna.


"Quya" Reyna Maribel Suñagua Copa
Estudiante de Comunicación Social- UMSA
29 de mayo de 2019


Un poste de luz cercano a la esquina de la calle 29 de Junio de la zona Asunción San Pedro en El Alto lleva colgando, con  un alambre, el símbolo de la justicia social. Este símbolo marchito en colores, de prendas ajenas y un rostro anónimo, no es más que uno de todos los que circundan entre la urbe alteña. No tiene un nombre; lo hemos adoptado como lo que es nomás: un muñeco, distinto de los que son para jugar, pues éste más bien sirve para advertir: “Ladrón pillado, será quemado”.

Un libro de Juan Mollericona, Ninoska Tinini y Adriana Paredes llamado “La seguridad ciudadana en El Alto- Fronteras entre el miedo e la acción vecinal” expresa: “Los muñecos, como símbolo del ajusticiamiento se convierten en una forma de enfrentar al ‘enemigo interno’ como es la delincuencia, a partir de estrategias de intimidación a través de la representación simbólica de los linchamientos”. 

Doña Celia Condori, de 46 años,  es una mujer que vive en esta zona hace más de dos décadas. Al frente de su puerta se encuentra Mamani, el muñeco de trapo que ella hizo hace más de 10 años. Se llama Mamani porque me he querido referir a él con un nombre y como Celia se ha negado a ponerle uno, le llamo así porque así se refiere Celia a los mamones ,o sea, al que mama, al que engaña; entonces Mamani le he querido llamar porque me ha parecido interesante. Más que una entrevista, me siento a conversar con Celia sobre la creación de estos “homotrapus”, en especial del muñeco que ella ha hecho.

El olor a pescado inunda el patio de doña Celia. Ella se sienta despreocupada,  lavando algunos ispis y truchas en su bañador, porque al día siguiente  tiene que ir a vender pescado frito a la feria de Pacajes. No se muestra reacia, más bien antes de hacerme pasar a su casa me dijo: “no tengo tiempo, pero si no perjudicas, puedes hacerme la entrevista”. Y sin querer perjudicarle, me siento al lado de ella para conversar, mientras sus manos, con las yemas de sus dedos ya arrugadas por tanto remojarlas en agua, van secándose lentamente apoyadas en su mandil azul.

¿Sólo les llaman muñecos? Es decir, ¿no tienen otro nombre para que se refieran a ellos?
No, muñeco nomás le dicen. Otro nombre no conozco.

 ¿Cuánto tiempo tiene colgado ahí Mamani (se ríe cuando le digo que así le puse a su muñeco)?
Son más de 10 años ¿Cómo me lo vas a poner así?

No es el único en esta calle ¿no?
No, hay otros tres más adentro, pero ya están viejos.

Se los colocan generalmente en las esquinas.
Sí pues, así no entran a las calles, porque (los delincuentes) ya los ven en la esquina y de ahí, tienen miedo.

Una vecina me dijo que los muñecos no habían en estas calles, hasta que murió un chico asesinado por un delincuente en esta zona.
Sí…

Hace más de 10 años un joven que caminaba las calles nocturnas de la zona San Pedro se encontró con la muerte. Una madrugada, de una fecha ya olvidada, fue hallado su cuerpo con marcas de puñaladas. Varios vecinos afirmaron que era del colegio Puerto de Rosario, algunos decían que era del colegio Francia, sí, era del colegio Francia. Sus padres notificaron el hecho a la policía, nadie recuerda si encerraron a los asesinos. Al encontrar su cuerpo sin vida cerca de la cancha de la zona, los vecinos decidieron organizarse para enfrentar el problema de la delincuencia, porque  los alteños no dependemos de la policía en temas de inseguridad; siempre hemos sido huérfanos de nuestras autoridades y como huérfanos, debemos crear nuestros propios medios de defensa, de protección.

Celia me cuenta que los vecinos se organizaron un día después del infortunio de este joven. Los jefes de cada calle empezaron a proponer medidas que puedan solucionar o disminuir el problema. Algunas opciones fueron el de enrejar las calles, otras el de poner cámaras de seguridad o hacer vigilia. Varias de estas opciones se desecharon debido al coste económico o el tiempo que implicaban. Pero una opción en especial fue aprobada de forma unánime y sin reclamos: crear muñecos de trapos y colgarlos en postes de luz con letreros amenazadores, para que espanten a los delincuentes.

 ¿Cómo los crean? Es decir, ¿cómo se organizan para que existan estos muñecos?
En esa ocasión, todos los vecinos debían dar alguna prenda, como ropas, zapatos, pueden dar a veces una prenda, a veces dos. Luego ellos destinan a las personas que van a costurar el muñeco. Destinan quién va a hacer el letrero.

 ¿Tiene algún significado crear este tipo de muñecos?
 Significa que los vecinos están organizados, que en la calle si se encuentra a algún delincuente lo vamos a linchar, es una advertencia.


Calle 29 de Junio, zona San Pedro. Mamani se
 encuentra colgado en el poste de la calle. Foto: Quya Reyna.

Un cordón de lana atravesó el orificio de un agujón de 15 centímetros. Doña Celia supo desde un principio que primero debía rellenar el pantalón, que serían las piernas de Mamani. Cerró las dos aberturas inferiores de esta prenda, o sea, por donde se ingresan los pies; lo hizo para que no escape el relleno que era un conjunto de calcetines viejos y otras prendas trozadas que sobraron de las que donaron los vecinos. Cuando terminó de hacerlo, Celia empezó a rellenar el pantalón, hasta que quedaron bien duras las piernas de Mamani, que no estén liwiliwis (débiles), como dice ella.  

La chompa gris que le dio doña María, la de la tienda, y que seguro era de su hija, la mayor, fue para hacer el torso de Mamani; aunque la chompa con un borde rosado se veía femenino, a Celia no le importó “¿quién se va a estar fijando eso?”, diciendo, continuó costurando. Tomó la aguja y empezó a coser las mangas, cerrando los orificios, para que no salga por ahí el relleno conformado por retazos de tela, esponja vieja y algunos nylones usados más. Al terminar empezó el rellenado, hasta conformar un torso casi sólido. Posteriormente, tomó el borde inferior de la chompa y la juntó con el borde de la cintura del pantalón, y como en una ceremonia religiosa matrimonial, unió ambos para que sean un solo cuerpo, el cuerpo de Mamani. Al terminar, siguió rellenando un poco más hasta darle una corporeidad sólida.

La cabeza puede ser hecha con un panti licra con relleno o coser una tela en forma de calcetín grande  y rellenar. En este caso, Celia no se acuerda cómo lo hizo, le hizo como sea su cabecita al Mamani, dice,  y le puso nomás un sombrero despintado que le habían dado los vecinos. Para que se vea más humano, sus manitos hechas de guantes más le había puesto y de paso unos tenis blancos más, de su hijo, unos viejos, que seguro son la envidia de los otros muñecos descalzos que abundan en la zona, pero que le servirán a Mamani no para caminar, sino para hacerse más humano ante la vista de la inhumana delincuencia y así le tenga miedo.

 ¿Y el letrero quién hace?
 A veces los señores que tienen madera, pintura… o quienes tienen grande lata para escribir: "Ladrón pillado, será quemado", pero creo que ya se han salido sus letreros de los muñecos.

 ¿Por qué tienen que ser siempre hombres los muñecos?
—Porque más que todo roban hombres, por eso. A no ser… a veces andan mujeres. La anterior vez habían andado por aquí una parejita, pero los hombres dan más miedo, ellos más te asaltan, por eso se opta por los hombres.

¿Sirven?, a ver, a partir de que se pusieron los muñecos ¿hubo algún cambio con respecto a la delincuencia en la zona?
Sí, ha estado bien que hayamos colocado, porque después de ese rato ya no habían muchos maleantes. Ya tienen miedo pues. Claro, no entran ya a las casas como antes, pero siguen asaltando a los que caminamos, te agarran, ya es otra modalidad. Sólo funcionan para cuidar las casas, pero hasta de día te siguen asaltando.

Mamani se encuentra con la ropa ya desgastada, dicen que tenía un letrero que ha sido arrebatado por el viento, las gotas de lluvia se han llevado el color de sus prendas y se lo han regalado al tiempo; tiempo que, sin embargo, no le ha quitado firmeza en su cuerpo. Algunos retazos de tela salen por debajo del sombrero que Celia le puso. No puedo ver su rostro, está oculto bajo ese sombrero, su cabeza está inclinada, como si fuera parte de su aspecto la vergüenza o como si de un llanto clandestino se tratara. Y aunque no sea importante ver su semblante, porque de todas formas es un pedazo de tela con relleno, estoy segura que Mamani guarda debajo de ese sombrero marchito, la piel de un centinela nocturno.

Me parece que más que un símbolo del linchamiento, Mamani es el guardián de la calle 29 de Junio. Como guardián, se ha quedado inmóvil en el tiempo, enfrentando con su sola presencia al delincuente promedio que, agarrotado de miedo al verle, da vuelta atrás, para no volver, pues no quiere ser él quien  reemplace a Mamani en el poste de luz y sea colgado, más que por un alambre, por una soga. ¿Quién como Mamani para enfrentarse a la delincuencia sin hablar, sin violentar, sin matar…? sino con sólo mostrarse, porque  el miedo no anda en muñeco de trapo.

— ¿Y acaso la policía no hace algo?
La policía no sirve, ellos llegan al último, cuando el ladrón ya se ha llevado todo. Ni siquiera la alcaldía pone cámaras, nada hacen.

Doña Celia ¿Aquí se ha linchado a alguien cuando se lo encontró delinquir?
Sí pues, porque nadie hace nada. Una vez unos rateros nuestros vecinos habían sido, la gente ha salido a lincharles… pero yo no estaba ahí, me han contado nomás.

¿Murió gente?
No, la policía ha llegado.

— ¿Cree usted que los muñecos son como un permiso para linchar gente, para matar?
Como te dije, es una advertencia…


Mamani colgado en el poste de luz. Foto: Quya Reyna

Colgados con un alambre en un poste, con ellos se cuelgan quizás un poco el miedo, quizás un poco la inseguridad, quizás nada, pero ellos están ahí, como un habitante más de la zona. Les hemos creado el cuerpo, les hemos creado la figura, les hemos construído la personalidad en su ropa e incluso les hemos destinado el sexo; son parte ya de nosotros. Y aunque su trabajo es el de mostrarse solamente, su labor se ha transportado al de ser un ícono más del paisaje alteño, de esa gran campiña enladrillada. 

Y pues, Mamani de todas formas es un mamón, porque nos ha engañado, nos ha llevado, hace 10 años, a la conslusión de que lo necesitábamos para sentirnos más seguros, para sentirnos protegidos, abrazados por la "justicia social" que sólo emiten las manos desesperadas de hombres y mujeres cansados del silencio ante la delincuencia, lanzando un grito, un grito con olor a fuego, de color a sangre, en formas de piedras rebotando en el cuerpo desnudo de un antisocial. Pero no, la solución era otra, es otra; tarde nos dimos cuenta, Mamani.

Y esa vergüenza o llanto clandestino que parece tener este muñeco, quizá es porque aún ve una ciudad que se encamina lentamente a un campo surcado por esa violencia, por ese grito inquebrantable del asesinato... Quizás hemos elevado tan alto a esos muñecos, tan encima de nosotros, que ahora los humanos son ellos. 


"Los ojos del Príncipe Feliz estaban llenos de lágrimas, y las lágrimas le corrían por las áureas mejillas. Y tan bello se veía el rostro del Príncipe a la luz de la luna, que la golondrina se llenó de compasión.

— ¿Quién eres? —preguntó.

—Soy el Príncipe Feliz.

—Pero si eres el Príncipe Feliz, ¿por qué lloras? Casi me has empapado.

—Cuando yo vivía, tenía un corazón humano —contesto la estatua—, pero no sabía lo que eran las lágrimas, porque vivía en la Mansión de la Despreocupación, donde no está permitida la entrada del dolor. Así, todos los días jugaba en el jardín con mis compañeros, y por las noches bailábamos en el gran salón. Alrededor del jardín del Palacio se elevaba un muro muy alto, pero nunca me dio curiosidad alguna por conocer lo que había más allá... ¡Era tan hermoso todo lo que me rodeaba! Mis cortesanos me decían el Príncipe Feliz, y de verdad era feliz, si es que el placer es lo mismo que la dicha. Viví así, y así morí. Y ahora que estoy muerto, me han puesto aquí arriba, tan alto que puedo ver toda la fealdad y toda la miseria de mi ciudad, y, aunque ahora mi corazón es de plomo, lo único que hago es llorar". El Príncipe Feliz, Óscar Wilde. 






6 comentarios:

  1. Realmente es maravilloso conocer El Alto a través del color de tus palabras. Muchas gracias!!!

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    1. Agradecida contigo por leerme. Espero compartir más historias pronto. No dejes de seguir el blog. Un abrazo fuerte!

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  2. llegue a tu blog.... casi por accidente.... pero me enamore de el... eres genial¡¡¡

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  3. Lo leí y quede fascinada... Gracias por amar tanto a nuestra ciudad.

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